El dolor es uno de los problemas de salud que condiciona mayores niveles de absentismo laboral, incluso por encima de las enfermedades de carácter cardiovascular, la diabetes mellitus o la patología oncológica.
Tiene también un impacto significativo en el ámbito psicológico, familiar y social. La ansiedad, depresión, trastornos del sueño y de la propia autoestima hacen su aparición en quienes han de vivir y trabajar con dolor crónico. El origen de este tipo de dolor es múltiple pero las patologías del sistema osteoarticular se sugieren como prevalentes.
La Organización Mundial de la Salud estima que la artrosis es la causa de dolor crónico en el 40% de las personas en edad laboral. A los procesos degenerativos le siguen el dolor lumbar y los traumatismos acontecidos en el ámbito laboral.
Por otra parte, representa altos costes sanitarios debido a las dificultades, tanto en el diagnóstico de las causas que lo desencadenan, como en el tratamiento de cada una de ellas.
¿Qué es el dolor?
El dolor es el síntoma más frecuente e importante en la patología artrósica. Suele ser de comienzo subagudo e insidioso. Es un dolor de características mecánicas. Así, suele exacerbarse con el movimiento y mejora en reposo.
Se conoce como “ritmo artrósico” aquel dolor que aparece al utilizar la articulación afectada tras un período de reposo y que se alivia tras un tiempo de uso, pero que reaparece con la sobrecarga en exceso. En fases avanzadas, sobre todo en la artrosis de cadera, puede aparecer también dolor nocturno. La etiología de la artrosis continúa siendo controvertida.
En los últimos años, al proceso de envejecimiento, se han sumado nuevos factores relacionados con su aparición. Numerosos estudios de investigación han demostrado la predisposición genética a padecer artrosis. Otros autores conceden a los microtraumatismos mantenidos un papel relevante en su etiología. En el ámbito laboral estos traumatismos de baja intensidad, pero cronificados en el tiempo, suelen ser frecuentes.
¿Cuáles son los tipos de dolor más frecuentes?
La artrosis en codos y muñecas se ha asociado a los trabajadores que manipulan martillos neumáticos; la artrosis en la articulación acromioclavicular del hombro se ha mostrado más frecuente entre los trabajadores del sector de la construcción, y la artrosis de cadera, entre los agricultores. La artrosis de rodilla es frecuente entre los profesionales del sector de la minería.
También se han descrito procesos de artrosis en los dedos de las manos de profesionales de la costura, pianistas y talladores de joyería. Pese a la escasa evidencia científica, resulta claro que las vibraciones mecánicas, sobre todo las comprendidas entre 50 y 300 Hz, transmitidas por el uso de algunas herramientas o máquinas, así como golpes y posturas forzadas pueden influir en el proceso biológico de pérdida del cartílago articular.
Las actividades que exigen un trabajo muscular elevado, como la carga de grandes pesos se ha relacionado con degeneración de los discos intervertebrales de la columna, aparición de hernias discales y degeneración apofisaria y laminar.
El sobreuso articular aparece también en poblaciones jóvenes y el deporte de alto nivel se ha mostrado como factor predisponente.
Según estimaciones del American College of Rheumatology, el 30% de los futbolistas de élite y casi el 15% de los corredores profesionales tienen riesgo de desarrollar artrosis. Así, la prevención se hace indispensable.
Cómo vencer al dolor
La adaptación ergonómica en el puesto de trabajo debe ser una prioridad en los Servicios de Medicina Preventiva ofreciendo la formación necesaria para una buena higiene postural y recomendaciones para la práctica deportiva saludable.
El tratamiento instaurado tras el diagnóstico puede condicionar de manera importante la actividad laboral. El abordaje debe ser multidisciplinar, combinando la terapia farmacológica con rehabilitación, e incluso, dispositivos de ayuda como plantillas o bastones.
Son muchos los protocolos médicos establecidos, teniendo en cuenta que la mayor parte de ellos se refieren a la artrosis de la rodilla y de la cadera por su mayor prevalencia. En el resto de articulaciones el consenso terapéutico es menor debido a su variable evolución. La primera recomendación es evitar la “automedicación“y seguir las pautas individualizadas según el criterio médico.
En los últimos años, la situación económica y el temor a perder el trabajo han condicionado que muchas personas acudan a su puesto de trabajo bajo el tratamiento analgésico. Es lo que algunos autores han calificado como “presentismo laboral”.
Diversos analgésicos de primera elección son de fácil acceso sin prescripción médica, pero en dosis inadecuadas pueden producir efectos secundarios importantes. Las náuseas, vómitos, mareos, prurito y somnolencia son algunos de ellos. El riesgo de consumirlos de manera prolongada durante el desempeño de la actividad laboral puede condicionar el riesgo de accidentes de trabajo, tanto en uno mismo como en los demás.
Especial cuidado y seguimiento se ha de tener con aquellos pacientes que se encuentran en tratamiento con analgésicos opioides que sólo pueden ser prescritos por personal médico capacitado.
Es responsabilidad del trabajador dar a conocer al médico de empresa el tratamiento que está siguiendo, para poder valorar el carácter incapacitante laboral del dolor. El tratamiento quirúrgico se debe considerar en casos de dolor refractario al tratamiento, asociado con limitación funcional y claro deterioro en las pruebas diagnósticas radiológicas.
Cuando el dolor se ha hecho costumbre, ayudemos para convertirlo en una mera excepción.